Me comprometo a Ser Mujer

Mujeres: La “diosa” que sostiene el principio femenino que habitamos nos recuerda a cada instante reconocernos en el espejo de la luna, sus ciclos vitales, que gobierna las mareas de nuestro cuerpo y de nuestra psiquis.

Este flujo constante es el modo de peregrinaje que asume el femenino encarnado.

Aceptar en un cálido abrazo nuestra naturaleza lunar es un acto de conciencia y es, sin lugar a dudas, muestra brújula y protección durante el camino.

Cuando no acompañamos este movimiento permanente y nos detenemos en una resistencia temerosa restringiendo el fluir natural de la energía de nuestro ser, necesariamente tenemos que usar combustible para contrarrestar esta corriente de vida.

La desvitalisación, el agobio, la opacidad, el resecamiento de las ilusiones, la desesperanza, la tristeza... son los intrusos que invaden y socavan nuestra psiquis salvaje creadora y vivificante.

Honrando la energía femenina

lunedì 8 aprile 2013

Finalmente, la donna

Basta con ir a nuestro interior. Allí está la clave. Porque, tal vez, lo único importante sea saber que no es necesario buscar a la diosa afuera, como modelo al "que me voy a acercar".
En vedad, no hay ningún lugar adonde ir. La diosa está, ya, en este momento, en lo íntimo de cada uno. Y tiene, por lo tanto, la voz de cada uno ...
... La diosa es el alma. La vibración interna de cada uno: propia y personal. Unida siempre al dios por un bello hilo (como el de Penélope, como el de Ariadna, como el de muchas divinidades).

Nuestra diosa es un reflejo bello y luminoso de ese dios. Somos una parte de èl. Somos, pues, divinidad. No dioses de carne y hueso para hacer lo que se nos antoje, con un gran poder sobre las cuestiones materiales o, aún más, sobre los misterios.
"La diosa es el alma. está en nuestro interior. También el oro está en nuestro interior. Y es una hermosa aventura buscarlo.
La diosa es, pues, la energía cósmica, matrifocal, fecundante. Es la madre castradora de los cuentos, porque empuja al héroe para que salga a buscarse, a separarse de ella.
Es la virgen, la doncella, la princesa, porque así de blanca nos espera; y es la anciana sabia, la vidente, la chamana.

Completado el ciclo de matrimonio con cada una de ellas, la mujer que emerge es la integración de las tres: la madre fértil y fecundante que somos.
Todas y todos, Fecundantes para crear como nuestras mujeres y hombres elegidos. Para danzar con la naturaleza que reverenciamos. Y para percibir la divinidad que nos integra.

Por eso es interesante volver una y otra vez a pensar y a comprobar que, en ese lugar de privilegio, ella nos aguarda. Para realizar nuestra propia hierogamia (matrimonio). Y para integrar nuestras polaridades reconciliándonos con nuestro hermano gemelo e interior que nos arruina la vida a cada rato. A fin de intuir y vivenciar, cada vez con más Presencia, la estructura profunda de la divinidad y su coincidencia opositorum. Y de encarnar al hermafrodito, al que se refirieron algunas de nuestras mujeres elegidas.

En el alma, ánimus y ánima se unen, se equivalen, se abastecen y se compensan.

Extraído: "La lección de las diosas" Silvia Salinas

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