Nuestras vivencias acurrucadas en el corazón de la vida son nuestras memorias del alma.
Cual rito iniciático, que despabila y sacude toda somnolencia, ellas despiertan para recordarnos que sostienen cada inicio en el campo de la conciencia.
Cual rito iniciático, que despabila y sacude toda somnolencia, ellas despiertan para recordarnos que sostienen cada inicio en el campo de la conciencia.
El sistema de valores, regido por el poderío racional, afectó el acercamiento a lo sagrado y al mundo de significados.
En los dominios profundos del alma no hay información sino conocimiento. Las memorias que moran en la vastedad del psiquismo no responden a la capacidad de recordar de la mente.
Su voz se recibe cuando los pensamientos se aletargan y toda nueva experiencia nos lleva más allá de los confines admitidos por la razón.
Las aguas sagradas del alma conservan y custodian los tesoros adquiridos en nuestro recorrido álmico.
El conocimiento profundo es libre de interferencias, de pautas externas, de análisis especulativo. Los aspectos críticos, punitivos y condenatorios, no tienen espacio ni validez.
Por ello cada experiencia vital es fuente de conocimiento. Trasciende el plano mental y los límites de la cotidianidad .El germen de la verdad habita en su esencia.
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