Me comprometo a Ser Mujer

Mujeres: La “diosa” que sostiene el principio femenino que habitamos nos recuerda a cada instante reconocernos en el espejo de la luna, sus ciclos vitales, que gobierna las mareas de nuestro cuerpo y de nuestra psiquis.

Este flujo constante es el modo de peregrinaje que asume el femenino encarnado.

Aceptar en un cálido abrazo nuestra naturaleza lunar es un acto de conciencia y es, sin lugar a dudas, muestra brújula y protección durante el camino.

Cuando no acompañamos este movimiento permanente y nos detenemos en una resistencia temerosa restringiendo el fluir natural de la energía de nuestro ser, necesariamente tenemos que usar combustible para contrarrestar esta corriente de vida.

La desvitalisación, el agobio, la opacidad, el resecamiento de las ilusiones, la desesperanza, la tristeza... son los intrusos que invaden y socavan nuestra psiquis salvaje creadora y vivificante.

Honrando la energía femenina

martedì 17 luglio 2018

Nancy Qualis-Corbett

Durante el milenio en que existió prostitución sagrada, las culturas estaban construidas en un sistema matriarcal. El matriarcado no significa, simplemente que las mujeres reemplazaban a los hombres en posiciones de autoridad; sino que también los valores adquirían un enfoque diferente.
El matriarcado se relacionaba con la autoridad cultural como opuesto al poder político, enfatizado a su vez por el patriarcado.
En los antiguos matriarcados la naturaleza y la fertilidad constituían el corazón de la existencia. La gente vivía muy cerca de la naturaleza, por consiguiente sus Dioses y sus Diosas eran divinidades naturales. Ellas guiaban el destino al proveerles o negarles la abundancia de la Tierra.
La pasión erótica era inherente a la naturaleza humana. El deseo y la respuesta sexual se experimentaban como un poder regenerador y se reconocían como un regalo o una bendición de la divinidad. La naturaleza sexual del hombre y de la mujer eran inseparables de su actitud religiosa. En sus plegarias de agradecimiento o en sus súplicas ofrecían el acto sexual a la Diosa del amor y de la pasión. Se trataba de una acción honorable, pía, que complacía tanto a los Dioses como a los mortales.
La práctica de la prostitución sagrada envuelta en el interior de este sistema religioso matriarcal hacía que no existiera separación entre la sexualidad y la espiritualidad.

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