La vida diaria empuja a muchas personas hacia la plenitud
pero, como no comprenden los ritos de iniciación, no pueden entender lo que les
sucede.
Durante todo el día
fingen estar felices y de vuelta en su casa lloran toda la noche.
Tal vez han
sido abandonadas por alguien a quien amaban, tal vez se deben enfrentar a una
enfermedad mortal, tal vez un ser querido ha fallecido, tal vez, y esto es lo
peor de todo, las cosas les van mal sin
ningún motivo aparente.
En cualquier caso, si carecen de toda noción de los ritos de
pasaje, se perciben a sí mismas como víctimas incapaces de afrontar el
abrumador Destino que se cierne sobre ellos abrumador. El sin sentido de su
sufrimiento las induce a evadirse mediante la comida, el alcohol, las drogas o
el sexo. O quizás se rebelen en contra de los dioses, gritando: "¿Por qué
a mí?".
A estas personas se les presenta la posibilidad de renacer a
una vida diferente.
Los fracasos, los
síntomas, los sentimientos de inferioridad y el agobiante peso de sus problemas
se convierten en el aguijón que las impulsa a renunciar a las ataduras
superfluas.
De este modo, la
posibilidad de renacer brota de entra las ruinas del pasado.
Es por esto que Jung
subrayaba la finalidad positiva de la neurosis. Pero, no entendiéndolo, la gente
se aferra a lo conocido, se niega a hacer los sacrificios necesarios, se
resiste al crecimiento. Incapaz de abandonar lo habitual, es incapaz también de
abrirse a la nueva vida.
Pequeño fragmento del
Capítulo "El Alma Infantil" del libro Recuperar el Niño Interior
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